saludinfantil.com Displasia y Luxación congénita de cadera |
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La displasia y luxación congénita de cadera (LCC) son términos que se refieren a uno de los procesos patológicos más importantes de la Ortopedia Pediátrica. Su importancia reside en el hecho de que su pronóstico está directamente relacionado con la precocidad en su detección. Fácilmente tratable en los primeros meses de vida, acaba requiriendo, cuando su diagnóstico se retrasa, procedimientos cada vez más complejos, con frecuencia quirúrgicos y a menudo múltiples. Una luxación congénita no tratada compromete definitivamente la función articular de la cadera a edad muy temprana. Aunque existen formas de LCC asociadas a trastornos generalizados o síndromes, y formas que se desarrollan tempranamente en el desarrollo embrionario, las llamadas luxaciones teratológicas, la presentación más habitual es la que ocurre en el periodo perinatal, es decir, alrededor del momento del parto y en las primeras semanas de vida del recién nacido. Es, por tanto, una patología congénita, se nace con ella. Lo que caracteriza a la LCC es la inestabilidad de la articulación de la cadera. Dicha articulación, en el recién nacido normal, pone en contacto la superficie articular de la cabeza femoral, que tiene una forma básicamente esférica, con una cavidad en el esqueleto pélvico, llamada cavidad acetabular, también esférica. El ajuste entre ambas superficies es muy estrecho, de forma que la cabeza femoral está perfectamente contenida y sujeta en la cavidad acetabular. En los recién nacidos con displasia de cadera ese ajuste no es tan perfecto. Diversas anomalías en el esqueleto femoral y pélvico y en los tejidos blandos que rodean la articulación, permiten cierta holgura o deslizamiento de la cabeza femoral dentro de esa cavidad. Esa inestabilidad puede ser muy variable, a veces difícilmente detectable en los casos más leves, o claramente manifestada por una sensación de resalte, incluso perceptible al oído, en otros. Por otro lado, el grado de inestabilidad cambia -se agrava- con el tiempo. A estas diferentes situaciones hacen referencia diversos términos como displasia de cadera, displasia acetabular, subluxación o, en último extremo, luxación de cadera, cuando no existe ya ningún contacto entre la cavidad acetabular y la cabeza femoral. Debido a esta variedad de situaciones diferentes se tiende a hablar, de forma genérica, de enfermedad luxante de la cadera o, más recientemente, displasia de la cadera en desarrollo (DCC). Diagnóstico precoz: De lo expuesto hasta aquí se desprende la necesidad de detectar esta patología cuanto antes, preferiblemente en el recién nacido. Esto es lo que se conoce como despistaje o screening, que en este país se debe realizar a todos los recién nacidos, y que forma parte de la evaluación inicial por parte del pediatra. Tradicionalmente se basaba en determinadas maniobras exploratorias que tratan de provocar manualmente la inestabilidad articular (maniobras de Barlow y Ortolani), pero la probabilidad de que casos leves de inestabilidad no sean detectados de este modo es elevada, por lo que se ha recurrido a otros métodos que reduzcan esa posibilidad. Uno de los más eficaces es detectar los llamados factores de riesgo asociados a la LCC, circunstancias o datos en los antecedentes familiares, gestacionales y neonatales que se han reconocido claramente asociados a la incidencia de LCC, como por ejemplo, la presentación de nalgas en el parto. En estos casos se debe intensificar la vigilancia y el seguimiento, mediante exploración física e imagen radiográfica. Otro método de despistaje, de uso creciente en la actualidad, es la realización de una ecografía de cadera. Tiene la gran ventaja de obtener una imagen precisa de la articulación, especialmente en las primeras semanas en las que la utilidad de la radiografía es menor, de evaluar la estabilidad articular de forma dinámica y de no exponer a radiaciones al niño. Sin embargo, tiene el inconveniente de que la persona que realiza la ecografía suele ser diferente de la que hace el tratamiento y el seguimiento, por lo que su utilidad se ve limitada si no existe una relación estrecha entre ambos profesionales. Por otro lado, detecta con mucha frecuencia inestabilidades mínimas, cuyo carácter patológico es nulo, pero que conducen a un tratamiento activo, excesivo e innecesario en estos niños. Tratamiento: El tratamiento debe ser también precoz. El primer objetivo es la reducción de la luxación,es decir, restituir la cabeza femoral a su lugar natural dentro de la cavidad acetabular. En las primeras semanas, suele ser suficiente con mantener una posición adecuada de las caderas, en la situación más ajustada posible dentro de dicha cavidad. Esto se consigue con el uso del llamado arnés de abducción, cuya aplicación y seguimiento deben ser cuidadosos. A medida que pasa el tiempo, este objetivo puede exigir la aplicación de una escayola. A partir de los seis meses debe realizarse una artrografía. Este estudio, que se hace bajo anestesia general, consiste en la introducción de un líquido de contraste en la articulación, lo que permite definir claramente los contornos articulares (no olvidemos que a esta edad existe un gran componente cartilaginoso no visible en la radiografía convencional) y la presencia de estructuras interpuestas que obstaculizan la reducción. En esta situación se decidirá la necesidad de una reducción quirúrgica de la luxación de cadera. Si el diagnóstico se ha retrasado por encima de los 18 meses es probable que se necesiten procedimientos quirúrgicos asociados a la reducción de la luxación, ya que el esqueleto presenta alteraciones morfológicas que necesitan ser corregidas. De este modo, y con el objetivo de lograr una cadera funcional y radiológicamente normal a la edad de 5 o 6 años, pueden estar indicadas osteotomías femorales y pélvicas, procedimientos que dividen el hueso y modifican su forma alterada. A medida que crece la complejidad del tratamiento, el resultado del mismo también se resiente y se encuentra más asociado a complicaciones. Debe, pues, insistirse en la detección precoz de esta condición, ya que su tratamiento ideal es, asimismo, el más precoz. Dr. Gaspar González Morán Especialista en Cirugía Ortopédica y Traumatología |
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Fecha de la última actualización: 2004 |
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